jueves, 6 de enero de 2011

El lento despertar de un sueño delusorio

Acertadísimo comentario del Doctor Jaime Gutiérrez, publicado en el periódico La Nación el pasado 3 de enero. Lo comparto plenamente y recomiendo su lectura.

La peligrosa superstición de que la paz perdurable existe convierte en víctimas a algunas personas. Es evidente que no existe ni en el planeta Tierra ni en el espacio extra-terrestre. En las personas tampoco. No hay un segundo en la vida de una persona en el que algún aspecto de su existencia no le quite el sosiego. La paz perdurable habrá que encontrarla en la otra vida. Y la paz entre las naciones tampoco existe. Hasta por una paz efímera hay que luchar y merecerla.

La consecuencia de todo esto es que cuando la majadera realidad se encarga de desengañar a las personas que padecen ese mal, el concepto de la paz causa grandes enredos en su cabeza.

Pensamiento delusorio. El creyente de la religión de la paz padece de un pensamiento delusorio: tiende a no reconocer la mentira y a huirle a la verdad. Convierte la indefensión en una virtud y, en su mente, cualquier asomo de auto-defensa siente que atenta “contra la paz”. El resultado es que el potencial agresor cuenta con una garantía de impunidad. Desde el inicio, tiene a su pacífica víctima paralizada como con un rayo.

“Hoy me permito'recordarles (a los señores del norte)”, dijo doña Laura, “que solo los cobardes son valientes con los indefensos'La vocación de paz'es algo casi genético, (que) está en el ADN de nuestro pueblo”.Ser indefenso no es ningún elogio. Tampoco es correcto decir que la paz está en el ADN de los ticos. Hace poco, en el 48, nos dimos de balazos para garantizar la pureza del voto. No es por su ADN que el tico no se defiende. Es por otras razones menos enorgullecedoras.

La segunda consecuenciade la religión de la paz es una creencia –de un cuestionable valor moral— de que si son foráneos los que vienen a morir en defensa nuestra, entonces una acción militar es aceptable. En noviembre, doña Laura le pidió “a la comunidad internacional que nos entiendan' Pedimos que, por favor, nos saquen las tropas de nuestro territorio”. Esa súplica es parte del enredo de ideas que causa la palabra paz. No sacar nosotros sino que nos saquen.

Un país puede promover una política “de paz” con un compromiso recíproco de no agresión. Pero si uno es atacado sin provocación, tiene el deber de definir la forma en que se va a defender.

La agresión de Ortega no ha terminado. Nuestra ostensible debilidad tienta a cualquier maleante de su estirpe y Doña Laura nos alerta de futuros peligros: “nos han seguido amenazando de que van a seguir adelante. Han hecho insinuaciones de posibles incursiones en el río Colorado, de posibles trabajos que afecten la boca”.

Sin una fuerza militar, con la irrelevancia de la OEA, con el recurso de la ONU igualmente incierto y con una Corte Internacional de La Haya con jueces pero sin policías, nuestra Presidenta tuvo que enfrentarse a la realidad: “Ya hemos visto como el derecho internacional no responde con la agilidad y contundencia que responden las armas de fuego”. “Vean que no hacen lo mismo con Honduras'Nosotros estamos en permanente estado de indefensión”.

Fuerza disuasiva. Doña Laura se lamentó que, “ante la carencia de fuerzas armadas, Costa Rica también carezca de un cuerpo policial suficientemente grande, equipado y entrenado”. Pero la policía no es lo mismo que la fuerza militar que permite la Constitución. Esta no es una policía grande. Es una fuerza disuasiva. El tamaño de la policía no disuade a Ortega. La policía es para mantener el orden público y la seguridad de los ciudadanos. La fuerza militar es creada para disuadir al enemigo potencial y sustentar una tenue paz pero para aplastarlo militarmente si se lanza a violar la soberanía del país.

El Artículo 140 (16) de la Constitución otorga la responsabilidad a quien ejerce el Poder Ejecutivo de “disponer de la fuerza pública para preservar el orden, la defensa y seguridad del país”. Nuestro territorio fue invadido; cargo que establece, sin reservas, la creación de una fuerza militar para garantizar la defensa nacional. (Articulo 12). No se trata de si queremos o no “crear un ejército”. Se trata de si vivimos en un régimen de leyes o no. El deber de su destino obliga a doña Laura a cumplir con el imperativo de la ley.


JAIME GUTIÉRREZ MÉDICO

2 comentarios:

  1. Que buen artículo!!! Es realmente interesante como Don Jaime se permite ir desgranando y analizando una palabras, que si bien suenan fuertes y contundentes, no son suficientes para defender nuestro país y nuestra soberanía. Me dejó mucho que pensar, sobre todo porque por formación y por principio creo en las vías de derecho para la defensa de nuestro país, pero por esas mismas causas debo también entender la preponderacia de los mandatos contitucionales ... En fin, mucho que pensar y sustento jurídico interesante.
    Gracias Mauricio por compartirlo.

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  2. Pensé que era broma. Cuando lo leí en el periódico me dio grima saber que la Nación se presta para estos ridículos... Hacer un ejército para defendernos es lo mas infantil que pueda decirse en esta situación! No solo va contra TODO lo que nos representa y por ende dañaría nuestra imagen a nivel mundial (la imagen que nos trae tanto turismo) si no que no contempla NADA: ni el dinero necesario para hacerlo realidad, ni nuestra falta de experiencia contra la experiencia vitalicia del "enemigo". Es como un viejito cascarrabias quejándose… Jamás pensé que se tomara en serio, o si lo ponés como una broma?

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