miércoles, 14 de octubre de 2009

A Don Carlos, el padre de Yerlin y Arelis

Sí Don Carlos, tiene usted razón, esos dos asesinos son unos pendejos, unos cobardes. Las ratas de caño llevan una vida más digna que esos desgraciados.
Cuando lo veo a usted hablar siento muchas cosas. Primero, una gran admiración por su valentía y entereza para enfrentar este trance tan amargo y doloroso que la vida le ha planteado; en segunda instancia, comparto todos sus sentimientos de ira, frustración, cólera, enojo e impotencia, y por supuesto que también lo entiendo. Hace siete meses la vida me premió con una hija maravillosa y preciosa, la cual de inmediato se convirtió en mi vida y mi razón de ser y existir, por eso no puedo ni siquiera imaginar que alguien me la haga algún daño. Que Dios no lo permita nunca.
Por cierto, Dios no deja cabos sueltos y en el caso de ustedes les dejó a una hija para que los acompañe y les infunda coraje y ganas de vivir, y se llevó a la otra a su lado, para que desde ahí, junto al Creador, ella los cuide y los guíe en su camino.
Que el señor traiga paz y serenidad a usted y su familia.

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