lunes, 2 de noviembre de 2009

Delin Cuente y su permiso de portación de armas.

Ese día el señor Cuente despertó un poco antes de lo usual, estaba ansioso, un poco exaltado y sudaba frío copiosamente; había amanecido con inmensas ganas de matar, de halar el gatillo, tal y como lo describió uno de los asesinos del caso del Casino en Escazú.
Se incorporó rápido de la cama y se propuso hacer todo lo que estuviera a su alcance para satisfacer sus ansias homicidas. Si bien le sobraban ganas de actuar, estaba en una difícil posición, ya que no tenía arma, ni permiso, ni sabía disparar, ni nada. Entonces comenzó su búsqueda.
Lo primero que hizo fue entrar en la página de internet del Ministerio de Seguridad Pública (MSP) para saber cuáles eran los requisitos y condiciones para obtener un arma. Ahí, después de sondear la página llegó a la parte que buscaba: Requisitos para la portación e inscripción de armas de fuego. Hizo una lectura atenta y exhaustiva de todo lo que ahí decía, ya que él es muy meticuloso. Encontró que para poder tener su arma asesina requeriría primero hacer un examen teórico práctico que lo hace el departamento de control de armas y explosivos del citado ministerio. Además, tendría que pasar por una prueba científica para probar su idoneidad psicológica. Todo lo anterior lo facultaría para presentarse en una armería y seleccionar el arma de su gusto.
Ese fue su segundo paso. Al día siguiente se decidió por ir a San José y visitar cuanta armería encontrara. Cuanto costarán? Qué será mejor, pistola o revolver? O acaso un escopeta?. Visitó una, dos, tres, cuatro y hasta ocho armerías; no quería dejar nada al azar. Estando ahí conversó con los dependientes, les preguntó cuanto se le ocurrió acerca de las armas, además validó y confirmó lo que había revisado en internet, acerca del procedimiento para obtener su ansiado permiso. Llegó cansado a su casa y comenzó a planear su siguiente paso.
El siguiente día su objetivo eran los polígonos, ya que según pudo confirmar, ahí es donde se realizan las pruebas requeridas. Llamó al 113 y consiguió los números de cuatro polígonos. Llamó a los cuatro y verificó precios y fechas disponibles, además, según le comentaron los encargados, sería mejor si previo al examen teórico práctico, tomara un curso para prepararse, no vaya a ser que pierda la prueba. Ese día repaso todo lo requerido, empezó a esbozar el presupuesto para su proyecto y tomó sus primeras decisiones.
Llegó la fecha de su curso, apenas tres semanas después de iniciar su periplo homicida, ya que logró un campo dejado por otro postulante. Ese domingo, después de conocer lo básico de la Ley de Armas y Explosivos, hacer un repaso de las reglas básicas de seguridad, conocer los fundamentos de tiro y realizar unos cincuenta disparos de práctica, desembolsó sus primeros treinta mil colones, la tarifa más baja que pudo encontrar por el curso.
Una semana después correspondía las pruebas definitivas. Se presentó en el mismo polígono y junto con una veintena de aspirantes se sometió a la prueba teórica del MSP, la cual pasó aún con un par de errores. Luego mientras esperaba su turno para la prueba práctica, se acercó al psicólogo para realizarse la temida prueba científica, sin embargo, fue más el susto que otra cosa, ya que con unas preguntas muy básicas el psicólogo quedó satisfecho y le firmó y selló su examen; eso sí, medió el desembolso de treinta mil colones más. Una hora después llegó el turno para disparar y pese a que se sintió presionado por el policía que lo vigilaba, logró acertar siete de diez tiros, justo el mínimo para pasar la prueba. Se acercó al dueño del polígono y le pagó los diez mil colones convenidos. Ese día fue glorioso, ya estaba tres pasos más cerca de su cometido. Según le indicaron, en unas dos semanas podría retirar los resultados definitivos.
Pasado el tiempo indicado, llegó a las seis de la mañana al departamento respectivo del MSP para retirar sus resultados. Después de cuatro horas de fila y espera, los tenía en sus manos, ahora nada le impediría ir de inmediato a la armaría escogida para seleccionar su arma. Una hora después ya estaba ahí y aunque tenía varias pistolas y revólveres a su disposición, ya estaba decidido, su escogido era un revólver brasileño, 38 especial, que según le dijeron era seguro, confiable y no tan caro como otros. En la armería le solicitaron que entregara todos sus papeles y que ellos se encargarían de tramitar la inscripción ante el MSP, eso sí, una semana después debería presentarse otra vez en Armas y Explosivos para tomarse una foto y retirar su permiso de portación de armas, el cual dado que el MSP estaba dispuesto a luchar contra la delincuencia, ahora le costaría diez mil colones. Se acercó a la caja y pagó doscientos treinta mil colones por su revólver, el cual la próxima vez que viera, sería para llevárselo definitivamente.
La semana transcurrió lento, pero el esperado día llegó. Otras cuatro horas de fila, foto para el carné y unos minutos después fue llamado a la ventanilla para retirar su permiso de portación y su comprobante de inscripción del arma. Tomó el primer taxi que vio y se dirigió de nuevo a la armería. Una vez verificados los requisitos su arma le fue entregada y sus ojos brillaron. Ya estaba listo. Compró una caja de tiros, de los que canta Pedro Navaja, en diez mil colones y se fue a su casa. Estando allí estalló en risa eufórica. Es cierto, le tomó siete semanas y trescientos veinte mil colones, pero ya estaba, pronto olería la sangre de su víctima. Pensó en comprar un six pac de cerveza para celebrar cuando, en la noche, hubiera estrenado su arma en alguna oscura esquina de San José.
Un fuerte golpe en la calle y la luz del sol entrando por la ventana despertaron a Delin Cuente. Se percató por lo tanto que todo había sido un mal sueño y comenzó a reír, sobre todo del MSP y sus políticas restrictivas para el otorgamiento de permisos. Abrió una gaveta y escogió cual de todas sus armas usaría esa noche. Daba lo mismo, de por sí todas eran robadas, no estaban inscritas, él no tenía permiso, ni lo necesitaba y su única práctica de tiro en la vida había sido con sus víctimas. Se levantó y mientras tomaba un café amargo pensó que lo único que haría realidad de su sueño sería comprar las cervezas.

3 comentarios:

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  2. Es absurda la medida, es simplemente administracion por ocurrencia.

    El problema es la delincuencia y el mercado negro.

    Todos hemos visto como las cosas en este pais han ido cambiando producto de esos dos factores.

    Tengo que recorrer todos los dias unos 500 metros que separan mi casa de la casa de mi padre.

    He hecho ese recorrido toda la vida, hace unos dos años, en esos 500 metros dos delincuentes en moto asesinaron a un ciudadano italiano para robarle su computadora, ademas asesinaron a un caballero que transitaba por ahi para robarle la mochila con el almuerzo.

    Tengo experiencia con armas desde hace 20 años y no fue sino hasta que eso paso que volvi a solicitar permiso de portacion.

    No puede ser que estemos en manos de delincuentes, pero tampoco puede ser que el estado no permita defendernos ni cuidar de nuestros bienes y familias.

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