lunes, 20 de febrero de 2012

¡Alto!  Andamos armados - REVISTA DOMINICAL - La Nación

¡Alto!  Andamos armados - REVISTA DOMINICAL - La Nación


¡Alto!  Andamos armados

ALONSO MATA BLANCO
 amata@nacion.com revistadominical@nacion.com | revistadominical@nacion.com
PUBLICADO EL 19 DE FEBRERO DEL 2012
El estruendo fue una alerta tardía. Cuando Jorge y su esposa llegaron a la habitación, encontraron a su hijo Juan tendido en el suelo. Los paramédicos no pudieron hacer nada por el niño de 12 años. La bala entró a una pulgada del ombligo y le provocó hemorragias internas que acabaron con su vida.
“De aquel día no quisiera acordarme. Pero es algo que no se olvida. Muchas veces me pregunto: ‘¿para qué sirve un arma en la casa?’ Solamente para una desgracia, para un accidente como el que nosotros vivimos”, relata cabizbajo el jornalero.
Jorge había conseguido la carabina para proteger la finca agrícola donde laboraba, allá en Surtubal de Turrubares. Ese día, su hijo de 8 años la tomó sin saber que estaba cargada y el arma se disparó accidentalmente. La víctima fue Juan.
Ya han pasado cinco años desde aquel día trágico y la familia intenta seguir adelante, pese al dolor y la angustia. Dos meses después del accidente, se pasaron a otra casa para esquivar los malos recuerdos.
“No creo ser la persona indicada para aconsejar a la gente, pero sí les diría que no tengan armas en su casa. No es necesario y nadie debería tener que sufrir lo que nosotros hemos sufrido”, dice con voz pausada.
Sin embargo, no todos piensan como él. Una joven de apellido Camacho, asegura que todavía se encuentra con vida gracias a su arma.
Hace dos años, ella fue atacada por un sujeto que laboraba ocasionalmente como jardinero en la propiedad de su familia.
Puñal en mano, el tipo la llevó a un desolado potrero donde se disponía a violarla, amenazando con matarla. Camacho le ofreció dinero para que la dejara ir y luego forcejeó para escapar, pero el agresor respondió hiriéndola con su cuchillo.
Asustada y bañada en llanto, la mujer se aferró a su instinto de supervivencia y, en un descuido del hampón, logró sacar la pistola que cargaba en su bolso y dispararle.
“No me fijé si lo había matado. Salí corriendo sin ver hacia atrás, sin zapatos, semidesnuda, llena de sangre. Corrí y corrí hasta llegar a una finca de donde llamaron a la policía”, narra Camacho, quien había obtenido su permiso de portación de armas tan solo tres meses antes del ataque.
El tipo murió en el lugar y luego trascendió que ya había violado a otras dos mujeres. El caso fue catalogado como legítima defensa por las autoridades judiciales (ver recuadro adjunto).
Hacía un año que Camacho había empezado a practicar tiro en el polígono.
La primera vez, la invitó un amigo y, la verdad, lo veía más como un pasatiempo o deporte. Por su cabeza jamás pasó la posibilidad de usar “la 9 milímetros” para proteger su vida. Ahora, es todo lo contrario: nunca se separa de esta sostiene.
Camacho opina que los cursos de manejo de armas que llevó fueron esenciales para poder salir airosa de la agresión sufrida. Por eso, ella insiste en que no se trata solo de tener una pistola; primero, hay que saber cómo y cuándo usarla.
“Si me preguntan mi punto de vista (acerca de estar armado), yo diría que sí conviene. Después de la experiencia que viví, estoy convencida de que la gente debe sentirse segura, sobre todo las mujeres. Pero hay que tomar conciencia de que, junto a la decisión de adquirir un arma, debe venir la responsabilidad. Hay que prepararse para evitar negligencias”.
Protectoras o...
¿Nos dan las armas seguridad o, más bien, nos hacen más vulnerables y ponen en peligro a nuestros seres queridos? Los dos casos expuestos corresponden a realidades en las que un arma marcó radicalmente ‘un antes’ y ‘un después’. Cada una sustenta una posición en esta controversial polémica.
De un lado, están quienes defienden la tenencia como una forma de protección ante el incremento de la delincuencia. Son los mismos que promueven su uso de forma responsable y aseguran que el solo hecho de estar armado disuade a los hampones de cometer sus fechorías.
Del otro lado, están aquellos que advierten que las armas son detonantes de violencia y constituyen un riesgo innegable para sus dueños o portadores. Y eso, cuando el riesgo no troca en tragedia.
La primera postura parece estar ganando seguidores, según se deduce del incremento en el número de armas registradas: en el último, año hubo un aumento de casi 70%. Mientras en el 2010 se inscribieron 3.175 armas, en el 2011 la cifra subió a 5.286.
Los datos fueron suministrados por la Dirección de Armas y Explosivos del Ministerio de Seguridad y solo incluyen a personas físicas, es decir, no toman en cuenta las armas inscritas por compañías privadas de seguridad o por el Estado.
De igual forma, los resultados de la Encuesta Nacional de Seguridad, elaborada en el 2006 por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), revelaron que el 54,8% de los entrevistados está de acuerdo o muy de acuerdo en que las armas son necesarias para protegerse del crimen. El 5,9% del total de encuestados reconoció haber adquirido un arma como medida para mejorar la seguridad de su hogar.
En ese mismo estudio se evidenció que el 33% de los encuestados consideraba la inseguridad como el principal problema del país, por encima de la situación económica o de la corrupción, por ejemplo.
Más recientemente, una encuesta de Unimer para La Nación publicada a finales del mes pasado, muestra que, para el 28% de los costarricenses, la delincuencia es el principal escollo del país . Este grupo opina que disminuir los actos de los hampones debe ser la principal tarea del Gobierno. Quienes están a favor de la tenencia de armas, esgrimen tal panorama para justificar su posición.
DEFENSA
Desde mediados del año pasado, se formó el grupo Asociación Prodefensa Civil y Seguridad Ciudadana , integrado por una junta directiva de diez personas. Tienen un perfil en Facebook que, actualmente, tiene más de 2.600 seguidores.
Esta agrupación defiende la tenencia de las armas, siempre y cuando su manejo se haga de una forma responsable. De hecho, impulsan un proyecto de ley que le permitiría al ciudadano tener todas las armas que considere convenientes, en tanto cumpla primero con una serie de requisitos. La actual Ley de Armas y Explosivos permite la tenencia de un máximo de tres armas por persona.
Quienes lideran este grupo son profesionales reconocidos nacional e internacionalmente, y padres de familia con un discurso lleno de argumentos.
Miguel Cifuentes es uno de ellos. Él resalta que la protección es un derecho inalienable y que se puede ejercer de muchas formas; una de ellas es por medio de un arma.
“Yo tengo la obligación de defender a mi familia. Hago muchas cosas para reducir riesgos: por ejemplo, tengo extintores y póliza de seguro contra robo e incendio. Y, además, he decidido entrenarme en el manejo de armas”, explica este ingeniero forestal.
Mauricio Alvarado, otro miembro de la asociación, sostiene que, dada la realidad nacional, hay que tener una “conciencia de seguridad”, ser muy precavido y estar listo para defenderse.
Datos del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) revelan que el año pasado hubo 12.574 asaltos a personas (un aumento del 9% en relación con el 2010) y 779 asaltos a viviendas (un incremento del 21%).
Norman Arce Vargas, un administrador de empresas de 40 años, debió recurrir a su pistola para defenderse de un bajonazoen el 2008, y es de quienes opinan que es necesario andar armado.
Cuenta que él estaba entrando a la cochera de su casa, en Sabanilla de Montes de Oca, cuando un encapuchado introdujo un revólver por la ventana del vehículo y le apuntó en la cabeza. Al tiempo que hacía esto, lo amenazó diciendo que “no intentara nada”. A unos dos metros estaba otro delincuente, quien apuntaba a Norman con un arma.
“Yo no iba a hacer nada. Por mí, que se llevaran el carro. Pero, en eso, el tipo que estaba atrás le dijo al que me apuntaba: ‘Quémelo’, y sonó como una orden. En ese momento, logré sacar la pistola (que tenía escondida en su ropa) y le disparé”.
Los asaltantes devolvieron el fuego y se armó una balacera. A Norman no lo alcanzó ningún disparo y los antisociales andaban chalecos antibalas, por lo cual no hubo muertos. Al carro, casi se le dio “pérdida total”.
El OIJ nunca dio con los delincuentes, quienes escaparon del lugar luego del intercambio de balas.
“Imagínese: Yo no pensaba hacer nada y no había puesto resistencia, y aun así, me iban a matar. Si no me defiendo, no podría estar contándole esta historia”, narra Arce.
Círculo vicioso
La postura del Poder Ejecutivo y del Judicial, así como la de diversas organizaciones no gubernamentales, es contraria a la de la Asociación Prodefensa Civil y Seguridad Ciudadana.
Actualmente, el Ejecutivo impulsa un proyecto de ley en el cual se restringe la cantidad de armas a una por persona.
Max Loría, viceministro de Paz , sostiene que portar un arma tiene un efecto contraproducente y eleva los niveles de inseguridad. Por ejemplo, citó informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), según los cuales, la posesión de armas de fuego aumenta 2,7 veces el riesgo de muerte para los integrantes del hogar.
“En particular, se ha estudiado el argumento de que la posesión de un arma da más seguridad a un hogar porque el habitante puede defenderse de un posible delincuente. Se ha comprobado que las víctimas que resisten al agresor presentan una probabilidad menor de perder bienes materiales, pero una probabilidad mayor de ser heridas”, resalta Loría.
Añadió que la tenencia de un arma puede aumentar el riesgo de suicidio para el propietario o los miembros de la familia, y elevar el riesgo de accidentes, incluso letales, así como aumentar la posibilidad de que el mismo propietario pueda cometer delitos en casos de violencia doméstica, riñas y otras disputas.
Loría puso sobre la mesa datos del OIJ del 2009, en los que se refleja que el 15% de los homicidios con armas de fuego fueron por participación en riñas y el 13%, por problemas personales. “Hablamos de personas que pierden el control, que recurren al arma en un arranque de cólera, porque llevan licor dentro o porque alguien les pitó en carretera”, asegura el funcionario.
El pasado 16 de enero, se dio registró un caso que parece darle vida a las estadísticas recién citadas . Dos hermanos de apellido Blanco se enfrentaron a golpes en el parque de Coronado por una disputa aparentemente desencadenada por resentimientos y celos. Así lo informó la Fuerza Pública en ese momento.
El pleito se agudizó y el menor de los hombres sacó una pistola y disparó en tres ocasiones contra su hermano. La víctima recibió dos impactos de bala en el tórax y otro en el lado izquierdo de la cara; murió días después en el hospital. El arma estaba legalmente registrada.
Celso Gamboa, viceministro de Seguridad, enfatiza que en Costa Rica portar un arma no es un derecho, sino “una concesión que hace el Estado a ciertas personas”. Acto seguido, afirmó con énfasis que una sociedad más armada “para nada” es una sociedad más segura.
“El problema de la inseguridad no se resuelve con armas; no es tan simple. Esto hay que entenderlo, se requiere mucho más”, detalló.
A inicios del mes anterior, Gamboa emitió una directriz en la que se prohíbe la renovación del permiso de armas a quienes tengan antecedentes penales, de violencia doméstica o de delitos contra la propiedad, la vida o la libertad, entre otros.
En el pasado, los individuos inhibidos para portar armas eran los presos, los menores de edad, las personas con algún impedimento físico o mental y quienes hubieran cometido un delito con arma y existiera una resolución de autoridad competente que los inhabilitara para tener una.
Gamboa detalló que tal acción busca que haya menos armas en la calle en manos de potenciales agresores, pues solo en transcurso del año pasado se registraron 299 homicidios con armas de fuego, lo que representó más del 65% del total.
De igual forma, el Ministerio impulsa una reforma a la ley para que aquella persona que carga un arma sin tener el debido permiso, afronte un mínimo de cuatro años de prisión. En la actualidad, la sanción es de uno a tres años, lo que le permite al infractor someterse a la ejecución condicional de la pena, con lo cual evita ir a prisión.
El jerarca considera que las personas no deben armarse para sentirse más seguras y resaltó que el Ministerio está trabajando para disminuir la delincuencia por medio de “métodos científicos”. Como prueba, resaltó que el año pasado se redujo la tasa de homicidios a 10 por cada 100.000 habitantes, cuando desde el 2008 dicha tasa superaba el 11%.
Pero tal argumento no convence a la Asociación Prodefensa Civil y Seguridad Ciudadana, cuyos integrantes consideran que la reducción en la tasa de homicidios es porque la gente está más armada que antes.
“Cuando el delincuente sabe esto, lo piensa dos veces”, dice Mauricio Alvarado, quien está convencido de que la tenencia de armas es un elemento disuasor para el hampa.
Detalla que existe una estadística oculta (casos que no salen en la prensa) del número de personas que han evitado un crimen solo con enseñar su arma.
Miguel Cifuentes secunda esa postura y destaca que lo ideal es nunca utilizar el arma. “En ocasiones, solo con mostrarla es suficiente”, agrega.
“No es que uno esté esperando que alguien se meta a la casa para dispararle. Lo contrario: yo, todos los días, le pido a Dios no tener que usarla; pero cuando se presente alguna situación de emergencia estaré preparado”, explica e insiste en la necesidad de tener entrenamiento sobre el manejo del revólver.
Para el viceministro Max Loría, esa lógica generará una carrera armamentista, pues apuesta a la violencia como forma de resolver problemas: “Habrá personas que son muy buenas en el manejo de armas, pero no son todas. El hampa va a responder pues el delincuente es el que está preparado, el que tiene la ventaja. Esto hará que se armen más y con armas más pesadas. Viviríamos, entonces, en una especie de viejo oeste”, sentenció.
Colaboró el corresponsal Jorge Umaña

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