martes, 10 de enero de 2012

La paz tiene que acompañarse con la fuerza

Otro excelente artículo de Don Jaime Gutiérrez Góngora, publicado hoy en La Nación.
Lo comparto para que sigamos abriendo los ojos y no nos dejemos adormilar en un sueño utópico de una paz que solo sirve a los intereses de unos pocos.



La paz tiene que acompañarse con la fuerza

La idea de que la paz no existe es un concepto extraño para muchos costarricenses. Han sido indoctrinados a creer, no solo que la paz existe, sino que nos la debemos imponer a nosotros mismos aunque sea rindiéndonos ante agresiones no provocadas. Los burócratas de Naciones Unidas argumentarían que la paz se logra con el fin de un conflicto armado.

Pero esto tampoco es cierto porque puede no ser perdurable. Cuando terminó la Primera Guerra Mundial que causó la muerte de 35 millones de personas, el mundo entero celebró “la paz”. Pero el mariscal Foch discrepó. “Esto no es paz”, dijo, “es una tregua de 20 años”. Y casi exactamente 20 años después, estalló la Segunda Guerra que causó 55 millones de muertos. También se le llamó paz a la derrota de Hitler y de los militares japoneses. Pero dos años más tarde estalló la Guerra Fría que costó 100 millones de muertos. Y cuando se derrumbó el imperialismo soviético, filósofos e historiadores proclamaron no solo la paz sino el “fin de la historia” porque, una vez que los proletarios fueron derrotados, no había ya por qué pelear. Pero la paz no aparece. El mundo, de nuevo, se enfrenta a otra guerra mundial probablemente peor que las anteriores: la búsqueda del califato mundial por los militantes islámicos.

Darwin demostró que el homo sápiens evolucionó de formas más primitivas a través de un proceso que obliga a una interminable lucha por la sobrevida de las especies. Sobrevive el más apto y no el más pacífico.

Es la aceptación de que la paz no existe, lo que obliga al padre de familia que, no confiando en la protección del Estado, acude a “rejas”, conecta alarmas, sirenas, servicios privados de protección y compra perro.

Paz eterna. “Que descanse en paz”, es una ofrenda más realista: la paz que Dios nos ha prometido con el perdón de los pecados. La única paz perdurable es esa, la de los creyentes, y es mejor, porque es eterna.

La paz tampoco existe en la naturaleza. Los grandes terremotos y los sunamis son parte de una naturaleza destructora y amoral porque no discrimina entre buenos y malos, entre ricos y pobres, entre niños y viejos; son fuerzas genocidas que matan sin piedad a quienes se ponen en su camino. No hay paz en todo esto.

En el espacio tampoco existe la paz. La revista Science hace una década, mostró nubes de polvo conglutinándose en planetas aun cuando estrellas vecinas los bombardeaban con una destructiva luz ultravioleta. Si asumimos que la formación de planetas puede conducir a la formación de la vida, ¿por qué la “destructiva luz ultravioleta? ¿Cuál es el propósito de tanta violencia? La violencia y no la paz es el estado normal de todo el universo.

El concepto de paz en esta vida tiene sentido práctico solo si se define como la atenuación de la violencia que es el estado normal del planeta también.

El sosiego y la tranquilidad, aunque tampoco perduran, son metas menos elusivas que aspirar a “la paz”.

Historia. A través de la historia, el empleo de la fuerza ha evitado o atenuado la violencia. Hay muchos ejemplos. Cuando Hitler invadió Renanía con un pequeño destacamento militar, violó la Paz de Versalles. Francia contaba con 100 divisiones; contaba, de sobra, con la fuerza para haber terminado con él. Pero en nombre de la paz, acudió al falso recurso de una paz negociada en el marco de la Liga de las Naciones, y el mundo entero perdió la paz, y Francia casi pierde la guerra. La fuerza fomenta la paz cuando previene o atenúa la violencia.

Deben ser pocos los costarricenses que no se sintieron humillados e impotentes con lo que ocurrió en Calero. Debe, también, haber quedado claro para todos que ninguna instancia internacional va a proteger a este país y que de nada sirve una repetitiva y vergonzosa súplica de que “somos un país de paz”.

No habrá paz en Costa Rica hasta que contemos con una pequeña fuerza militar que disuada la agresión de maleantes, como Ortega o algún día el narcotráfico; similar a los comandos israelíes que liberaron a los rehenes en Entebbe o a los navy seals que ajusticiaron al terrorista bin-Laden.

JAIME GUTIÉRREZ GÓNGORA
MÉDICO

1 comentario:

  1. Nuevamente Don Jaime nos ilustra con un artículo no solo muy bien escrito, si no también con gran profundidad y sencillez, combinación poco usual en nuestros periódicos.
    Gracias por compartirlo...

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