De dignidad y repúblicas bananeras
Desde hace
varias semanas don Oscar Arias viene promoviendo con llamativa insistencia el traslado
de la embajada de Costa Rica en Israel de su capital Jerusalén a Tel Aviv. En su última intervención (La Nación, 24 de
julio), el ex-Presidente revela un preocupante desconocimiento de la situación
del Medio Oriente.
Haced lo que digo y no lo que hago
Dice don
Oscar que bajo su mandato Costa Rica no trasladó su embajada a Tel Aviv porque “la
violencia que hoy se vive en Medio Oriente no existía entonces”. Eso es
incorrecto. El levantamiento palestino conocido como Intifada inició en
diciembre de 1987. Si bien las armas de
elección en ese entonces eran menos sofisticadas que las de ahora, en buena
medida gracias a que entonces no existía una Autoridad Palestina armada hasta
los dientes, esa primera Intifada cobró numerosas vidas. La diferencia radica
en la respuesta actual del Estado de Israel, cansado de casi 15 años de
cobardes atentados terroristas cometidos en sus entrañas contra inocentes
civiles, muchos financiados por esa Autoridad Palestina que se dice negociadora
de paz.
¿Revisionismo histórico o amnesia selectiva?
Según don
Oscar a mediados de los años ochenta nadie hablaba “de la necesidad de
establecer un estado palestino y de que el mundo árabe reconozca fronteras
seguras al estado israelí”. Nuevamente
se equivoca. El tema de la creación de
un estado árabe junto al estado judío data, al menos, de la resolución de
Partición de Palestina adoptada por Naciones Unidas en 1947. En 1967, tras la Guerra de los Seis Días, la
ONU adopta su Resolución 242, que llama a la devolución de territorios ocupados
por Israel durante dicha guerra a cambio del reconocimiento del mundo árabe de
fronteras seguras para el Estado de Israel. Esos conceptos tenían casi 40 y 20
años de existir cuando él asumió la presidencia de nuestro país, y fueron la
base de los acuerdos de paz entre Israel y Egipto de finales de los setentas y
principios de los ochentas.
La Partición
de Palestina fue rechazada por la totalidad del mundo árabe, aún cuando dejaba
a Israel con un área equivalente a un sexto de un 1% del territorio del mundo
árabe. Tras cuatro guerras en tres décadas, Egipto se decide por la paz. En consecuencia,
Israel devuelve a Egipto la totalidad del Sinaí, un territorio tres veces más
grande que el resto del Estado judío. De igual manera, a partir de 1993, Israel
ha ido paulatinamente entregando a la Autoridad Palestina la franja de Gaza y la
Margen Occidental del río Jordán, a cambio de una paz que nunca ha llegado. En
el 2000, en presencia del entonces Presidente Clinton, el Primer Ministro Barak
de Israel ofreció la entrega del 97% de los territorios disputados, incluyendo
partes de Jerusalén, y tierra adicional dentro de la llamada línea verde equivalente
al 3% de la Cisjordania que Israel mantendría bajo su control por motivos de
seguridad. Lamentablemente, Arafat
rechazó la oferta, lanzando una nueva y más sangrienta etapa de la Intifada.
Israel ha
demostrado ser amante de la paz, sin dejar de estar lista para defenderse. Como
lo dijo Golda Meir, el conflicto en el Medio Oriente no encontrará solución
mientras los árabes no puedan amar a sus hijos más de lo que odian a los
judíos. La ubicación de la embajada de Costa Rica en Israel no le agrega ni le
quita al problema.
Le aseguro,
don Oscar, que interpreto el sentir de la inmensa mayoría de la comunidad
judía, eternamente agradecida con este noble pueblo costarricense que la acogió
con calidez y sin reservas, al decirle que las muestras de sincera amistad con
Israel -a pesar de las presiones políticas y financieras de los intereses
árabes- engrandecen a Costa Rica.
Dignidad, don Oscar, es creer en principios y actuar con base en ellos. Principios son los que han llevado a Costa Rica
a escoger apoyar la única democracia en el Medio Oriente, por sobre las jugosas
ofertas del mundo árabe. Trasladar nuestra embajada porque la mayoría de los
países no la tienen en Jerusalén, eso sí nos convertiría en un banana republic.
Eli Feinzag.
2002.
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