miércoles, 1 de julio de 2015

De dignidad y repúblicas bananeras

De dignidad y repúblicas bananeras

Desde hace varias semanas don Oscar Arias viene promoviendo con llamativa insistencia el traslado de la embajada de Costa Rica en Israel de su capital Jerusalén a Tel Aviv.  En su última intervención (La Nación, 24 de julio), el ex-Presidente revela un preocupante desconocimiento de la situación del Medio Oriente.

Haced lo que digo y no lo que hago
Dice don Oscar que bajo su mandato Costa Rica no trasladó su embajada a Tel Aviv porque “la violencia que hoy se vive en Medio Oriente no existía entonces”. Eso es incorrecto. El levantamiento palestino conocido como Intifada inició en diciembre de 1987.  Si bien las armas de elección en ese entonces eran menos sofisticadas que las de ahora, en buena medida gracias a que entonces no existía una Autoridad Palestina armada hasta los dientes, esa primera Intifada cobró numerosas vidas. La diferencia radica en la respuesta actual del Estado de Israel, cansado de casi 15 años de cobardes atentados terroristas cometidos en sus entrañas contra inocentes civiles, muchos financiados por esa Autoridad Palestina que se dice negociadora de paz.

¿Revisionismo histórico o amnesia selectiva? 
Según don Oscar a mediados de los años ochenta nadie hablaba “de la necesidad de establecer un estado palestino y de que el mundo árabe reconozca fronteras seguras al estado israelí”.  Nuevamente se equivoca.  El tema de la creación de un estado árabe junto al estado judío data, al menos, de la resolución de Partición de Palestina adoptada por Naciones Unidas en 1947.  En 1967, tras la Guerra de los Seis Días, la ONU adopta su Resolución 242, que llama a la devolución de territorios ocupados por Israel durante dicha guerra a cambio del reconocimiento del mundo árabe de fronteras seguras para el Estado de Israel. Esos conceptos tenían casi 40 y 20 años de existir cuando él asumió la presidencia de nuestro país, y fueron la base de los acuerdos de paz entre Israel y Egipto de finales de los setentas y principios de los ochentas.

La Partición de Palestina fue rechazada por la totalidad del mundo árabe, aún cuando dejaba a Israel con un área equivalente a un sexto de un 1% del territorio del mundo árabe. Tras cuatro guerras en tres décadas, Egipto se decide por la paz. En consecuencia, Israel devuelve a Egipto la totalidad del Sinaí, un territorio tres veces más grande que el resto del Estado judío. De igual manera, a partir de 1993, Israel ha ido paulatinamente entregando a la Autoridad Palestina la franja de Gaza y la Margen Occidental del río Jordán, a cambio de una paz que nunca ha llegado. En el 2000, en presencia del entonces Presidente Clinton, el Primer Ministro Barak de Israel ofreció la entrega del 97% de los territorios disputados, incluyendo partes de Jerusalén, y tierra adicional dentro de la llamada línea verde equivalente al 3% de la Cisjordania que Israel mantendría bajo su control por motivos de seguridad.  Lamentablemente, Arafat rechazó la oferta, lanzando una nueva y más sangrienta etapa de la Intifada.

Israel ha demostrado ser amante de la paz, sin dejar de estar lista para defenderse. Como lo dijo Golda Meir, el conflicto en el Medio Oriente no encontrará solución mientras los árabes no puedan amar a sus hijos más de lo que odian a los judíos. La ubicación de la embajada de Costa Rica en Israel no le agrega ni le quita al problema.


Le aseguro, don Oscar, que interpreto el sentir de la inmensa mayoría de la comunidad judía, eternamente agradecida con este noble pueblo costarricense que la acogió con calidez y sin reservas, al decirle que las muestras de sincera amistad con Israel -a pesar de las presiones políticas y financieras de los intereses árabes- engrandecen a Costa Rica.  Dignidad, don Oscar, es creer en principios y actuar con base en ellos.  Principios son los que han llevado a Costa Rica a escoger apoyar la única democracia en el Medio Oriente, por sobre las jugosas ofertas del mundo árabe. Trasladar nuestra embajada porque la mayoría de los países no la tienen en Jerusalén, eso sí nos convertiría en un banana republic.

Eli Feinzag. 
2002.

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