viernes, 5 de noviembre de 2010

Me duele, me repugna.

Estas últimas semanas nos desnudaron como país, nos evidenciaron, nos abofetearon. Es triste y doloroso darnos cuenta (o recordar) lo pequeño que somos: en mentalidad y actitud.
Dos hechos, al menos, se encargaron de la tarea: 1. El conflicto por los límites fronterizos y la supuesta invasión entre vecinos, 2. La nueva tragedia que nos enluta por lo sucedido en Escazú y otros puntos del país.
1. Que indignante es observar al Ministerio de Seguridad Pública actuando a lo Ministerio de Defensa, obviando dos condiciones que están en el ADN de los costarricenses: Una larga tradición pacifista, lo que conlleva acción diplomática para la resolución de conflictos; y los 62 años que tenemos de no contar con ejército. Cómo obviar eso. Se le olvidó, no lo conocía o fue la emoción del momento. Ver a un contingente de policías mal equipados y peor entrenados, montándose en el Caribú y otras navecitas, algunas alquiladas, pretendiendo ser una suerte de desembarco militar, solo produce risa o llanto. Todo lo anterior se hizo sin ni siquiera plantearse una acción diplomática, y aquí yace otra aberración: una actuación “diplomática” de nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores que en el mejor de los casos ha sido errática, tardía, confusa y contradictoria. Como me duele cuando el enemigo podría no estar en Isla Calero, sino en los intestinos del Gobierno.
2. Lo de Escazú es aberrante, retrógrado, absurdo, evitable. Tenemos una Comisión de Emergencias que no es más que una simple distribuidora de café y cobijas. Que no se nos venga con el cuento de lo mucho que hacen en prevención, educación, mitigación y atención de emergencias durante y post los eventos. Nada de eso, basta de falacias, los resultados hablan por sí solos. De lo único efectivo que se han encargado es de montar albergues y dar comida y abrigo a las víctimas de su incapacidad e indolencia. Es inaceptable que un solo costarricense se muera por una inundación o deslave, cuando casi que se podrían montar tours para observarlos, dado lo predecibles que son y la periodicidad que presentan. Como me repugna que se pretenda hacernos ver que enfrentamos “Catástrofes Naturales”, cuando lo verdaderamente catastrófico es que no se haga nada por evitarlo.

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