viernes, 24 de julio de 2009

A Jacques Sagot

Costa Rica ha sido miope muchas veces, sobre todo al reconocer y valorar a algunos de sus más ilustres artistas. Ese martirio lo sufrió, entre otros, la excelsa poetisa Eunice Odio, el cincel justo y soberbio de Paco Zúñiga y Yolanda, la rompe hielos, la altiva y virtuosa escritora nacional Yolanda Oreamuno. Pregunto: Hoy, a tantos años de la muerte de su autora, ¿cuántos costarricenses han leído “La ruta de su evasión”?
Gracias al esfuerzo del individuo y sus familias, al talento innato y a la creación de espacios para el crecimiento de las artes y la cultura en general, Costa Rica produce muchos y muy buenos artistas. Claro está, no me refiero a los del “chiqui chiqui” ni el “purum pum pum”, sino a artistas y gente de arte de verdad.
Íride Martínez es alondra en Europa, pero es escasísimo el conocimiento que de ella y su carrera tenemos aquí. Eso sí, el público lloraba compungido si un mosco atravesado le impedía cantar a algún “famoso” en Cantado por un Sueño. Gastón Fournier es director artístico del Teatro de la Scala en Milán. Es decir, recorre el orbe en busca de los espectáculos que se presentarán en el teatro de ópera más importante del mundo. Jorge Jiménez Deredia colmará a Roma de esculturas, durante el 2009, con su obra “La ruta de la paz” y una escultura suya yace en un nicho labrado por el mismísimo Miguel Ángel en el Vaticano.
¿Y Jacques Sagot? Jacques es monumental, es metal pulido, es diamante trabajado hasta llegar a estado de gema que deslumbra. Se reconoce a sí mismo como músico y escritor, pero es más que eso. Es culto, profundamente culto, es poeta de la vida. Es además incisivo con la realidad nacional. Nos desnuda como sociedad y nos hace evidentes nuestras bajezas. Es crítico constructivo, como pocos. Es polifacético, multifacético.
Con sus artículos en los diarios nos enseña, nos guía, nos ilustra, nos hace reflexionar. Con sus ensayos sobre arte nos acerca a ese mundo maravilloso de una manera clara, ésa que solo quien se ha nutrido consistentemente de arte lo puede hacer. Como pianista nos mueve fibras, nos hace vibrar, mientras nos transporta junto a los grandes compositores por notas magistrales. Como Embajador ante la UNESCO, Jacques es lumbre, es orgullo; nadie mejor que él para representarnos, aunque a decir verdad, pueda ser que el embajador nos quede grande. Como escritor es, como él mismo diría, funámbulo entre la prosa y la poesía, pero siempre prodigioso. Sus letras son cautivantes, tanto en las narraciones que derrochan brillo como en los poemas que circundan las sombras.
Hace poco se ha publicado su más reciente libro, el cual se titula “Siempre Ella”, magnífica obra de “proesía”, que denota el crecimiento del autor, mostrándose cada vez más amplio, más profundo y sí, ¿por qué no?, a veces más crudo. Es obra digna de leerse, no nos privemos de esa posibilidad y no esperemos a que el artista ya no esté, para reconocerlo.
Jacques, ya te leí y pude escuchar el grito. Es fuerte, sonoro y aún retumba en el pecho y en la mente. Gracias de nuevo.

1 comentario:

  1. soy fanatica del libro ella, pero no he podido conseguir el de "siempre ella", alguien puede ayudarme.
    GRACIAS SAGOT por inspirar al corazon

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